Sí “PARAR”, has leído bien y no es cualquier cosa. En esta era de productividad, competitividad individual centrada en el resultado, en la que la multitarea está sobrevalorada, “parar” está mal visto, de hecho, cada vez que hacemos algo que no está orientado a ser productivos decimos “hoy no he hecho nada”. Por eso ni siquiera paramos para cuidarnos, para afilar el hacha que somos nosotros mismos, porque estamos demasiado ocupados cortando leña.
Sin embargo, cuántas cosas interesantes han ido ocurriendo desde que paramos bajo confinamiento:
• El ritmo baja: desaparece la prisa y a veces aparece una especie de vacío ante el cual nos sentimos incómodos, “¿y ahora qué hago?”. Al quitar la paja es más fácil ver qué es lo que uno quiere de verdad. Por lo que hablo con muchas personas, somos muchos los que estamos viviendo con gran satisfacción pasar más tiempo en casa, alejados de la hiperactividad a la que nosotros mismos nos sometemos. Con ello desaparecen muchos de los dichosos “tengo que…”
• Estamos más aquí-ahora: vivimos más el día a día, sin proyectarnos tanto en el futuro. Esto nos permite volver a nosotros, siendo conscientes de cómo estamos y qué necesitamos. Los beneficios de esto son tales que me daría para escribir otro artículo, así que me lo apunto para otra ocasión.
• Volvemos a conectarnos: de todas las cosas a las que hemos tenido que renunciar, no solo nos hemos resistido a perder el contacto con los demás, sino que nos hemos puesto creativos para compartir tiempo de formas que jamás hubiésemos imaginado. Padres y madres que están pudiendo pasar más tiempo con sus hijos. Luego, parece que los vínculos afectivos hablan de nuestra esencia y de lo importante.
• Renace el sentido de comunidad: recuerdo con mucho cariño, cómo en casa de mis abuelos, en un barrio de Vallecas donde me crié, era habitual que en las noches de verano los vecinos, sobre todo las mujeres, salieran al fresco con sus sillas mientras los niños correteábamos por la calle, por supuesto, todas las puertas abiertas. En los tiempos que corren diría que lo excepcional es conocer a alguien de tu edificio. Sin embargo, con esta crisis están surgiendo de manera espontánea y desde la solidaridad, comunidades de apoyo mutuo, asociaciones, personas que se ocupan de cocinar para vecinos que no pueden hacerlo o que están trabajando en un hospital.
•De repente “menos es más”: oportunidad de oro en la que nos planteamos el estilo de vida que estamos llevando, poniendo nuestras supuestas prioridades patas arriba.
•Volvemos a valorar lo cotidiano: la adaptación hedonista, de la que hablo en mi artículo “Cómo ser más feliz” y que es gran enemiga de la felicidad, deja paso a la sensación de mortalidad, que puede generar angustia, pero también nos permite saborear esos momentos que se habían convertido en lo normal y habitual. Esos abrazos, cómo los echamos de menos!!
•Afloran carencias y conflictos que estábamos tapando con el exceso de actividad: si eres de los que con el teletrabajo estás echando más horas que nunca, te propongo que planifiques cómo parar a tiempo y observes qué ocurre en ti. Para hacer cambios, primero hay que despertar.
•La Naturaleza puede ser ella misma: sin nuestra presencia invasiva la atmósfera se limpia, aparecen animales en lugares insospechados y hasta vemos delfines en la playa de San Juan, qué maravilla!! Esta expresión de la naturaleza sin duda nos devuelve a nuestra parte más primitiva, a nuestra esencia.
•Nos salimos del rol de siempre: esta crisis no ha cambiado nuestra identidad pero sí la manera de funcionar. El que siempre cuida a los demás, de pronto tiene que ser cuidado, flexibilizándose algunos papeles que dentro de las familias se habían quedado demasiado fijos. Una mujer me contaba que en su familia, ella es esa persona de la que todo el mundo tira para cualquier cosa, sus hermanas, hijos, padres…me explicaba cómo estar confinada en casa estaba siendo como unas vacaciones. Consciente ahora de ello, se plantea algún cambio que otro.
•Somos más conscientes de nuestras fortalezas y creatividad para crecer en la adversidad: siempre digo que para vivir bien y ser feliz, lo importante no es ser fuerte, sino desarrollar nuestra flexibilidad, y que mejor momento que éste.
En fin, el coronavirus ha traído bajo el brazo efectos psicológicos, desgracia y sufrimiento, y como toda crisis conlleva una revolución de la que oigo hablar constantemente: “después de esto el mundo va a cambiar”, “menuda lección”; otros en cambio no confían: “se nos olvidará y volveremos a lo de siempre”, “no creo que el mundo vaya a cambiar”.
Efectivamente el mundo no cambia, tampoco la gente, ni los políticos, cambiamos cada uno de nosotros. Así que empecemos por nosotros mismos, el cambio fuera empieza desde dentro, pero sin caer en el individualismo pongamos énfasis en lo comunitario, en la transformación social que necesitamos como individuos y como sociedad, tal y como afirma mi colega Cristina Rodríguez Cahill cuando habla de resiliencia colectiva.
Después de esta reflexión sobre los efectos psicológicos del coronavirus, para terminar solo quiero dejarte dos preguntas: ¿qué cosas interesantes estás aprendiendo sobre ti mism@ en estas circunstancias?, ¿qué cualidades tuyas personales te están permitiendo afrontar esta situación?
Sin más, te dejo con tu reflexión.
Un abrazo!!!
4 Comments
Pues sí Nerea, nos cuesta mucho esfuerzo tener como compañero de vida al azar, suele ser incómodo no sentir control sobre nuestra vida pero es que no lo tenemos. Mira que yo me lo trabajo y aún así hay veces que me descolocan cosas que me pasan sin haberlas previsto «la puñetera rigidez». Cuanto antes lo aprendamos, antes disfrutaremos de nuestro presente que está pasando ahora.
Me gusta leerte.
Un beso
Isabel entiendo lo que dices, «la puñetera rigidez», jajaja. Los pilotos automáticos que cada uno tenemos saltan sin más, lo bueno es ser consciente de uno mismo para ir desautomatizando y tener más libertad de elección a la hora de sentir. A mí también me gusta leerte. ¡¡¡Gracias por estar!!!
Ya he pasado el trauma y ahora estoy con el duelo…. a ver si pillo a la oportunidad!!!
Jajaja, a por ello Eduardo!! 😉