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ecuerdo hace años, incluso antes de tener pareja, cuando todavía no tenía demasiada experiencia en esto de la Psicología Clínica y la Psicoterapia, que alguien a quien conocía desde hacía poco y con quien hablaba de las relaciones de pareja, me preguntó:
-oye y tú que eres Psicóloga Clínica y Sexóloga en Alicante, porque a mí siempre me tocan todos los tíos malos.
-cuando algo se repite tantas veces no suele ser una casualidad- fue mi respuesta ya por aquel entonces. Lo que no intuía, antes de profundizar en mi estudio, es hasta qué punto la historia personal de cada uno de nosotros influye en nuestras elecciones y relaciones de pareja.
Atraemos y nos sentimos atraídos por un perfil de personas, pero que nadie se sienta culpable si cree no elegir bien porque, como veremos, nuestra elección está más influida por lo inconsciente y emocional que por preferencias racionales.
Ya que tomar consciencia de todo aquello que opera a nivel inconsciente, nos permite tener relaciones de pareja más saludables, es de lo que hoy te quiero hablar.
¿Para qué decidimos tener pareja?
P
or lo pronto decir que tener una pareja no es intrínsecamente mejor que no tenerla. Cierto es que contamos con estadísticas que sugieren que las personas casadas son más felices y saludables que las que no lo están. Sin embargo, autores como Lucas y Clark en Estados Unidos, corroboran que las personas que se casan tienden a ser más felices de antemano, así que saca tus propias conclusiones.
Pero empecemos por el principio. Con el fin de incrementar nuestra probabilidad de supervivencia y desarrollo emocional, estamos programados genéticamente para desarrollar vínculos afectivos de apego con otros seres humanos, tal y como nos reveló John Bowlby en su Teoría del Apego. La primera relación que establecemos en este sentido es con nuestra madre o persona que ejerce dicho rol, y será en el seno de nuestra familia donde se darán las primeras relaciones significativas. Dicha necesidad de seguridad y protección se mantendrá a lo largo de toda la vida.




Así que de una forma más o menos saludable, cuando somos adultos buscamos una zona de seguridad en la que sentirnos valorados, protegidos y seguros. Para algunos esta función la cumplen los padres, hermanos, u otros familiares, otros recurren a amigos o grupos de pertenencia, otros incluso buscan este consuelo en drogas, alcohol o se vuelcan en su trabajo, y otras veces recurrimos a un tratamiento psicológico para satisfacer o reparar necesidades no cubiertas.
Este deseo por una zona segura, e incluso la necesidad de reparar vínculos insatisfactorios, es también una de las razones por las que formamos parejas.
Relación entre nuestras relaciones tempranas y las relaciones adultas
Se podría decir que las primeras relaciones significativas con nuestras principales figuras de apego o cuidadores, forman un plano con instrucciones que se almacena en la memoria corporal e influyen en la manera en que nos vamos a relacionar cuando somos adultos. Dicho de otra manera, si nos hemos sentido inseguros en la relación con nuestros principales cuidadores, es muy probable que nos sintamos inseguros en nuestras relaciones adultas, incluida la relación de pareja, en la que podemos sentirnos distantes o albergar cierta ambivalencia.


De hecho la pareja que elegimos en algún sentido guarda un parecido, en sus defectos y sus virtudes, pero sobre todo en sus defectos, con las personas que nos criaron. De forma que las necesidades que queremos satisfacer en nuestra relación de pareja, aquellas que no se cubrieron, se las planteamos a personas tristemente similares a aquellas que no las cumplieron cuando éramos niños.
El ejemplo más ilustrativo que se me ocurre en este momento, aunque extremo y doloroso, es el de mujeres maltratadas. Los que nos dedicamos a la Salud Mental comprobamos día tras día, que con frecuencia en la biografía de una mujer maltratada por su pareja, ha existido un progenitor que también ha maltratado y/o ha ejercido un papel abusivo en el seno de la familia.
Algunas preguntas para que reflexiones
E
n la medida en que podamos crear nuevos modos de relación despojados del condicionamiento de relaciones pasadas, podremos tener relaciones más reales y saludables en las que conectar de verdad con el otro y con nuestra verdadera esencia. De otra forma aparecen los fantasmas, miedos e inseguridades y patrones de relación que desarrollamos en su día con personas que ya no están.
Para esto el primer paso es tomar conciencia de nosotros mismos en nuestras relaciones, por eso para empezar me gustaría que te tomaras un momento para reflexionar acerca de:
• qué papel sueles adoptar en tus relaciones de pareja y si éste se mantiene a través de las diferentes relaciones.
• aunque aparentemente no tengan nada que ver las diferentes parejas que has tenido, ¿guardan algún elemento común?
• si encontraste un denominador común a la anterior pregunta, ¿de qué forma esa característica te complementa?
• ¿lo encontrado hasta el momento con estas reflexiones, guarda alguna relación con cómo te desempeñaste en la relación con tus progenitores o cuidadores en tu niñez, quizás cómo se desempeñaron ellos?
Reconozco que no son preguntas fáciles de contestar al tratarse de factores inconscientes que inundan nuestro mundo emocional y relacional, de ahí que muchas veces se hace necesario una terapia individual o de pareja para esclarecer todos estos aspectos que entorpecen el buen funcionamiento de la relación.
Resumiendo sobre emparejarse…
N uestra historia personal de apego forma los cimientos sobre los que se construirán futuras relaciones, incluidas las relaciones de pareja. Unos cimientos sólidos y seguros facilitan tener relaciones saludables y sentirse seguro en ellas. De no ser así, es altamente probable que establezcamos relaciones con personas que no satisfarán nuestras necesidades.
Pero por favor que nadie se desaliente, no estamos marcados como un animal por nuestra historia. Desde mi visión como especialista en Terapia de Pareja sé que trabajar sobre nuestra historia, ya sea a través de nuevas relaciones o de un proceso de psicoterapia, permite reparar los cimientos que puedan estar dañados.
¿Te atreves a indagar?